11 de mayo de 2011

Los cereales de invierno en la rotación de cultivos

Recomendaciones de la Chacra Experimental Integrada Barrow para potenciar el funcionamiento de los agroecosistemas mediante un sistema de producción sustentable.

La rotación de cultivos presenta la ventaja de cortar ciclos de malezas, plagas y enfermedades, disminuir riesgos climáticos y de mercado, distribuir equilibradamente ingresos y egresos de la empresa. También genera efectos inmediatos sobre el ciclo de los nutrientes y su disponibilidad para los cultivos que siguen en la secuencia. Pero los principales efectos se dan en el largo plazo y están asociados a la dinámica de la materia orgánica (MO) del suelo.

Una secuencia de cultivos diversificada establece diferencias en el volumen y calidad de los residuos aportados al suelo influyendo también la periodicidad con que se repiten los cultivos. Es necesario incluir cultivos que aporten buena cantidad de rastrojos con alta relación carbono/nitrógeno (C/N), como tienen las gramíneas, lo que asegura una mayor perdurabilidad, y también prácticas de manejo como la fertilización, que garanticen una elevada producción de materia seca.

Los cereales de invierno –trigo pan, trigo candeal, avena, cebada, centeno– cumplen un rol fundamental en la rotación, ya que el aporte de sus residuos promueve el mantenimiento de las propiedades físicas y químicas del suelo permitiendo obtener una productividad estable en el tiempo.

La alta relación C/N de las gramíneas determina una descomposición lenta de sus rastrojos, favoreciendo la formación de MO. En contraposición, el elevado contenido de N y carbohidratos solubles de los residuos de las oleaginosas –soja, girasol, colza– aceleran la tasa de descomposición, por lo que resulta relativamente bajo su aporte de C al sistema.

Por esto resulta necesario mantener una fuerte presencia de trigo y otras gramíneas de invierno en las secuencias de cultivos, más aún en aquellos ambientes que son limitantes para la producción de gramíneas de verano –maíz o sorgo– y en la que los cereales de invierno pasan a ser los eslabones que sostienen el sistema de producción.

Las decisiones que se tomen en la búsqueda de una agricultura rentable deben estar contempladas dentro de procesos racionales donde resulta fundamental conocer cuáles son las limitaciones de cada sistema de producción, las alteraciones que se producen sobre el mismo y ,en base a ello, aplicar prácticas de manejo que recuperen el potencial productivo y permitan  avanzar con una visión integral que atenúe los riesgos. Seguir apostando a los cereales de invierno es una decisión saludable para nuestros sistemas.