08 de marzo de 2013

La mujer en el campo: reconocimiento y visibilidad

En el ámbito rural, su trabajo es clave para el desarrollo territorial, la seguridad alimentaria y mejorar la calidad de vida. El INTA aborda la equidad de género como base de la política institucional.

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Celebrado en todo el mundo, el 8 de marzo conmemora la lucha por la igualdad de derechos de las mujeres y, desde el INTA, el trabajo de empoderamiento de las productoras y la búsqueda de mejoras en su calidad de vida son iniciativas que permiten generar una política transversal para abordar la equidad de género en la institución.

En este sentido, el representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO), Alejandro Flores Nava, expresó a la revista RIA que “si las mujeres estuvieran en igualdad de condiciones que los hombres en el acceso al crédito, por ejemplo, y a los medios de producción, automáticamente la producción agrícola a escala global se incrementaría entre un 20 y un 30 por ciento”.

De la misma manera, se refirió al interés por parte de los estados y organismos internacionales sobre las problemáticas que afrontan las mujeres y expresó que “hay un reconocimiento de la invaluable contribución de las mujeres en la producción agrícola y es necesario que se traduzca en políticas que transformen la realidad del campo con la participación de la mujer”.

Adrián González, jefe de la agencia de extensión rural del INTA Delta del Paraná –Buenos Aires–, acompaña el trabajo de hilanderas de seda y lana de la zona, quienes, además, crían sus propios gusanos. “Hay un interés desde los organismos internacionales de llamar la atención para identificar a la mujer como garante de la seguridad alimentaria y salubridad de la familia y por eso es necesario identificarla como productora o sujeta de crédito”, aseguró.

Al mismo tiempo, González señaló que “la necesidad de trabajar con la agricultura de género e identificar a la mujer como productora, trabajadora y sujeto de derechos, es algo actual. La unidad para el cambio rural trabaja en eso y desde diferentes instancias como, por ejemplo, en Pro-Huerta las mujeres son destinatarias del accionar institucional”.

Adrián González: “Sin dudas, representan un símbolo de unión porque todas buscan hacer algo de manera asociativa donde confluyan las ganas de encontrarse y de producir algo”.

Mujeres protagonistas

En el INTA existe una red de trabajo de extensión que favorece la participación y la organización de sectores vulnerables de la población para el desarrollo territorial. Allí, se desarrollan experiencias como la del Delta del Paraná donde se conformó una red de trabajo para que las mujeres organizadas –en torno al tejido en lana y seda– tengan un grupo de cambio rural bajo una asociación formal.

Experiencias similares surgen desde las unidades del INTA en Maipú y Lamadrid. En ambas localidades, un grupo de mujeres artesanas organizadas bajo el proyecto “Manos del Salado”, cierran el círculo: crían las ovejas para la obtención de la materia prima, preparan los hilados y confeccionan las prendas en telar. De esta manera, se fortalece la red social y comercial de una marca propia.

Julia Pettinari, técnica del INTA Maipú, destacó la importancia del trabajo interinstitucional con el INTI que aporta la asistencia técnica para mejorar las ruecas. “En esta experiencia el logro más grande fue que las mujeres fortalecieron su autoestima: ahora salen del campo, tienen otras obligaciones, disponen de su dinero, tienen temas en común con otras mujeres y un mayor reconocimiento por parte de los miembros de su familia y la comunidad”, indicó.

De acuerdo con María Elena Aradas, técnica del INTA y miembro de la Red Nacional de Técnicas e Instituciones que Trabajan con Mujeres Rurales (Trama), la perspectiva de desarrollo territorial de la institución incorporó estrategias para responder a demandas especificas de distintos actores mediante diversos proyectos en el marco del Programa Federal de Apoyo al Desarrollo Rural Sustentable (Profeder). “Desde sus inicios, el Pro-Huerta fue clave en la incorporación de las mujeres como promotoras y capacitadoras en la producción de alimentos”, dijo Aradas.

Estas y otras experiencias son espacios de reconocimiento y visibilidad de las mujeres en el medio rural. “Sin dudas, representan un símbolo de unión porque todas buscan hacer algo de manera asociativa donde confluyan las ganas de encontrarse y de producir algo, sobre todo porque obtener un producto regional es lo que genera más valor agregado y les permite asegurarse un beneficio económico”, concluyó Adrián González.

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