18 de mayo de 2011

El agregado de valor puede generar 930 mil nuevos puestos de trabajo

En los próximos diez años, la Argentina podría recuperar la competitividad e incrementar las exportaciones en 12.600 M de dólares, indicaron especialistas del INTA. Las experiencias de dos sistemas cooperativos: AFA y Sudecor Litoral.

Sólo once de las 31 cadenas de agroalimentos –carne vacuna, aviar huevo y carne, cerdo, lácteos, trigo, maíz y sus derivados, legumbres, soja y maquinaria agrícola– podrían generar 317.000 empleos directos y 512.000 indirectos sumando 932.000 nuevos puestos de trabajo e incrementando las exportaciones en 12.600 millones de dólares para 2020.

Estos datos, pertenecientes a estudios de la Fundación Mediterránea –que coinciden con el objetivo institucional– y el INTA de que en la próxima década la Argentina exporte productos con valor agregado en forma estratégica.

“Si a esta proyección le sumamos las cadenas forestoindustrial, vitivinícola, minera, biocombustibles, software y turismo, la demanda de mano de obra asciende a 2,8 millones de nuevos puestos de trabajo”, detalló Mario Bragrachini, coordinador del proyecto cosecha y poscosecha del INTA.

“Insistimos en agregar valor a los granos y convertirlos en producto balanceado con posibilidades de que se transformen en carne bovina, porcina, caprina, aviar, leche y también pescado”, dijo el especialista, quien aseguró que “así llegaremos al año 2020 con 932 mil nuevos puestos de trabajo, con un ritmo de crecimiento de 92 mil por año”.

Un modelo, una propuesta

El modelo productivo argentino, donde el productor primario se encuentra aislado del resto de la cadena de agregado de valor, no se repite en países desarrollados. La propuesta del INTA es que los productores de cereales y oleaginosas, de carne y leche, de cerdo y pollo se integren verticalmente a la cadena agroindustrial: desde la siembra, cosecha, almacenaje, industrialización primaria, transformación, industrialización de segundo orden, transporte y comercialización en el mercado interno e internacional.

“Esto significa recuperar la competitividad del sector primario de la producción –chico y mediano, lo que derivará en la generación de empleo de calidad mediante el agregado valor a la producción agropecuaria en origen”, señaló el coordinador, quién además subrayó el rol importante de las herramientas asociativas aplicadas bajo estructuras cooperativas modernas.

Un modelo asociativo evolucionado permite que el productor –de pequeña y mediana escala– pueda integrarse verticalmente a la cadena de valor, lo que le permitirá percibir beneficios concretos de todas las etapas de la cadena lograda con tecnología y mediante una escala competitiva.

Ejemplos no abundan, pero existen. Y lo que es aún más importante para destacar es que cada vez son más visibles las experiencias donde el productor junto a su cooperativa forma parte de un proceso de integración para agregar valor a la producción primaria.

Carlos Trevisi, presidente de AFA –Agricultores Federados Argentinos–, puntualizó que 78 años después de su fundación comprendieron que el camino es la industrialización de los granos: molienda, harina, expeller y aceite crudo.

Carlos Trevisi: “Recientemente se adquirió una planta de refinado y envasado de maíz, lo que nos permite llegar al consumidor con productos de marcas propias”.

De la semilla a la mesa

Desde mediados de los 90, AFA tiene una planta aceitera en Los Cardos –Santa Fe–, donde muele anualmente unas 130.000 toneladas de poroto de soja. “Recientemente se adquirió una planta de refinado y envasado de maíz, lo que nos permite llegar al consumidor con productos de cuatro marcas propias”, expresó Trevisi, quién además agregó “molemos la soja, refinamos y envasamos. Gran parte es destinada al mercado interno, el resto es exportado a Venezuela, Colombia, Chile y Uruguay”.

Con esto se completa una parte de la cadena: se acopian los granos, se industrializan, se refina el aceite y lo envasan, para que el productor pueda consumir su propio aceite. “Refinamos el proceso y llegamos a la lecitina, que logramos exportarla a Chile dándole un ingreso extra a los productores”.

Al ver que un porcentaje de sus socios producía carne, incorporó a los remates ferias y a la producción de alimentos balanceados como parte de sus actividades. En la actualidad, la cooperativa tiene un feedlot funcionando con 54.000 cabezas, posee una planta de alimentos balanceados en Arteaga –Santa Fe–, que produce unas 22.000 toneladas por año. “Apuntamos a tener nuestras propias carnicerías con la mejor calidad de carne”, sostuvo el presidente.

Tenemos un precio diferencial del grano: entre un 2 y 4% superior al precio que se paga en todo el mercado durante todo el año en la Argentina.

A la par, la cooperativa acopia 4.700.000 toneladas de granos: 2.700.000 toneladas de soja en la campaña 2010/11; un millón de maíz; 800.000 toneladas de trigo y 300.000 toneladas distribuidas en sorgo, girasol y legumbres –garbanzos y arvejas–.

Sin dudas, el rol del INTA en este proceso es significativo. “Desde la institución no sólo hemos recibido capacitación y asesoramiento, también tenemos convenios de vinculación tecnológica y contamos con el acompañamiento constante de sus técnicos”, indicó Trevisi.

Unos 33.000 socios forman parte del capital social de AFA, de los cuales los activos (que comercializan su producción) rondan los 16.500 distribuidos en 9 provincias. Un dato: sólo en el último ejercicio se incorporaron 2.300 socios.

Algo más que incorporarle valor a los granos

Para Juan Carlos Forgione, presidente SudeCor Litoral, la fórmula es concluyente: la industrialización de la producción nos deja trabajo, calidad de vida y aporta al desarrollo de la comunidad.

“Queremos –dijo Forgione– completar el círculo: sabemos que a medida que vayamos completando las etapas, y al grano lo podamos vender como salamín en nuestros propios supermercados, vamos a completar el proceso”.

La Cooperativa se inicia en el año 1965 con las primeras cajas de créditos. En la actualidad, cuenta con 24.000 socios quienes se concentran en la producción agrícola-ganadera. Al acopio de granos se le sumó la industrialización, con la instalación de una planta en Morrison –Córdoba–: extrusado, harina y aceite de soja con una capacidad para producir 50 toneladas diarias.

A la planta de extracción de aceite vegetal por prensado y de harinas proteicas de la cooperativa, se le sumó una planta para la elaboración de alimento balanceado –en Morrison, Córdoba–. En Santiago del Estero, una planta de harina y aceite de soja produce 100 toneladas diarias. La proyección es instalar en Quimilí –Santiago del Estero–, una planta de acopio para almacenar hasta 17.000 toneladas de granos.

“Desde la cooperativa entendemos que la sa­li­da de los com­mo­di­ties no pa­sa só­lo por incorpo­rar­le va­lor a los gra­nos”, afirmó Forgione. En esta línea, apuestan a la ganadería: a un feedlot para 6.500 cabezas se le suma un frigorífico en Justiniano Posse y otro en Bell Ville –Córdoba–, ambos para corte fresco de cerdo, chacinados y embutidos que tendrán marca propia.

“Al principio nos costó entenderlo. Pero luego de las primeras exportaciones a Chile de productos con un proceso de industrialización básico –harina, aceite y alimento balanceado– conseguimos un precio adicional de U$S 80-90 por tonelada”, señaló el presidente de  SudeCor Litoral.

Agroindustrializar los productos del campo es posible y rentable. “Es hora de empezar a transformar las exportaciones primarias de granos y commodities en carne y alimento de consumo humano directo”, aseguró Bragachini, quien además explicó que “la estrategia es integrar verticalmente al productor agropecuario en origen mediante pymes asociativas con empresas de competitividad del producto y proceso”.

Para Bragachini este proceso de integración “permitirá un crecimiento más equilibrado de las comunidades del interior del país, capitalizando localmente los excedentes, generando una mayor demanda de mano de obra y produciendo un crecimiento genuino, con equidad, es decir un desarrollo territorial”.

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