14 de octubre de 2011

Desde el jardín: un lugar para la educación ambiental

En todo el mundo se conmemora el día de los Jardines Botánicos y el INTA abre sus puertas para transmitir el respeto por la biodiversidad.

Con 30 hectáreas de especies nativas y exóticas provenientes de todo el mundo, el jardín botánico del INTA se suma a la celebración internacional que homenajea a estos espacios verdes y abre sus puertas a la comunidad para transmitir el respeto por la naturaleza y la biodiversidad.

“Además de las actividades científicas, nuestro objetivo es educar”, expresó Ana Molina, directora del Jardín Botánico Arturo E. Ragonese, ubicado en el Instituto de Recursos Biológicos del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA Castelar –Buenos Aires–. Para la técnica, el foco está puesto en la “formación de valores, conocimientos y conductas de las personas en relación con la conservación ambiental y el desarrollo sustentable”.

Las especias autóctonas e introducidas que integran la colección del Jardín representan las diferentes regiones fitogeográficas y comunidades vegetales del país en un espacio de 7 hectáreas. Además, allí hay colecciones de plantas vivas documentadas y clasificadas con sus nombres científicos y vulgares.

“Los jardines botánicos tienen el compromiso de recuperar y promover el cultivo de especies nativas ornamentales”, señaló Molina. “Mediante recorridos por senderos cuidadosamente diseñados enseñamos a cuidarlas y comprender su importancia en nuestra alimentación”.

Las especias autóctonas e introducidas que integran la colección del Jardín representan las diferentes regiones fitogeográficas del país.

Investigación y conocimiento

Arturo E. Ragonese (1909-1992) fue un investigador, viajero incansable y gran conocedor de la flora argentina. En 1947 creó un jardín botánico de introducción y aclimatación de plantas con especies provenientes de las exploraciones botánicas que fueron realizadas en la Argentina, con propósitos de investigación, para confeccionar las Floras Regionales del INTA.

“En 2004 iniciamos el tomo de la flora chaqueña. Es una publicación de 800 páginas que incluye una descripción minuciosa de cada una de las especies que la componen, su correspondiente dibujo, con la distribución geográfica e importancia económica”, explicó Molina.

A esa publicación siguieron, en 2007, una sobre gramíneas y en 2009 la familia de las compuestas, que incluye al girasol. “Para esto convocamos a investigadores de todo el país, quienes colaboraron aportando todos sus conocimientos y manuscritos”, detalló la directora.