21 de febrero de 2019

Reconstruyen la historia genética de la quinua

Un equipo internacional de investigadores –del que participaron especialistas del INTA– logró analizar el ADN de estas semillas del siglo II. Luego de compararlas con las que se siembran en la actualidad, detectaron una gran disminución de la diversidad genética.

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Considerada por los Incas como un alimento sagrado, la quinua constituye un alimento de excelente calidad nutricional y es uno de los únicos vegetales que posee todos los aminoácidos esenciales, oligoelementos y vitaminas y no contiene gluten. Se destaca su plasticidad para adaptarse a diversos ambientes por su tolerancia al déficit hídrico, a bajas temperaturas y a salinidad.

Si bien es conocida como un cultivo ancestral, un equipo internacional de investigadores trabaja en la reconstrucción de los últimos 18 siglos de historia genética. Luego de comparar semillas del siglo II, VII, XII, XIII y XXI, con las que se siembran en la actualidad, detectaron una gran disminución de la diversidad genética.

Ubicada en el ambiente de la Puna meridional argentina, con acentuadas condiciones desérticas y predominio de los paisajes originados a partir de procesos volcánicos, Antofagasta de la Sierra –Catamarca– es una zona de gran riqueza arqueológica.

De hecho, semillas de quinua excepcionalmente bien conservadas –halladas en esa zona del país por un equipo de arqueólogos– permitieron avanzar con el estudio del ADN con el objetivo de trazar un camino común, entre los ejemplares antiguos y los que se siembran en la actualidad, para comprender cómo las sociedades rurales enfrentaron los cambios climáticos y políticos que se sucedieron en los últimos 1800 años.

Antofagasta de la Sierra –Catamarca– es una zona de gran riqueza arqueológica.

Para esto, un equipo interdisciplinario de investigadores del Conicet, la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), el INTA, la Universidad de Tucumán y del Instituto de Investigación para el desarrollo (IRD) –Francia– se centró en el genotipado de semillas de los siglos II, VII, XII, XIII y XXI.

Carla Arizio es bióloga, trabaja en el Instituto de Recursos Biológicos del INTA y, por su expertise en genética molecular, integró el equipo internacional que estudia dieciocho siglos de historia genética de la quinua en los Andes áridos.

“Estudiar el ADN de semillas tan antiguas nos permitió identificar la genealogía más probable entre poblaciones antiguas y modernas”, señaló Arizio y agregó: “Mediante análisis estadísticos pudimos comprender cómo se relacionaban entre sí y cómo habían cambiado genéticamente desde la antigüedad hasta el día de hoy”.

“Nuestro análisis reveló que el reemplazo de semillas de quinua por nuevas poblaciones de menor diversidad genética se produjo al menos dos veces en los últimos 18 siglos: primero, entre los siglos VI y XII, un período de intensificación de las prácticas agrícolas, mucho antes de las conquistas incaica y española; luego, entre los siglos XIII y XXI, un período marcado por el declive de la agricultura, en particular debido a una sequía grave y prolongada entre 1860 y 1890”, explicó Marcela Manifesto, Bióloga del Instituto de Recursos Biológicos del INTA, quien participó también del equipo en la generación y análisis de datos.

El estudio publicado recientemente en la revista PLoS ONE puntualizó que, entre el 796 y 690, ocurrió un período de intensificación de la agricultura en los Andes Áridos, mucho antes de la conquista incaica y la española. En esa etapa, la aparición de terrazas y sistemas de riego que apuntaban a asegurar la producción de alimentos para una población en crecimiento, sumado lapsos de guerras y una gran aridez, impactaron en la diversidad genética del cultivo.

En términos biológicos, la variabilidad genética explica cuántas posibilidades tiene un organismo para adaptarse a los cambios del ambiente y se puede apreciar a simple vista o medirse a escala genética. Mientras más grande es la reserva de variantes de genes de una variedad o población de plantas, más chances va a tener para generar nuevas combinaciones y explorar con éxito un nuevo ambiente, por ejemplo.

La quinua a pesar de la pérdida de diversidad genética que sufrió el cultivo en los últimos 1800 años, sigue teniendo una gran adaptabilidad al ambiente, tolerancia a la escasez de agua y resistencia a la salinidad.