La biodiversidad aporta estabilidad a los ecosistemas
Investigadores de Francia, España y la Argentina comprobaron que la diversidad vegetal es positiva en los ecosistemas, debido a que proporciona servicios ambientales de manera sostenida y a lo largo del tiempo.
La diversidad vegetal estabiliza la provisión de servicios del ecosistema a lo largo del tiempo, según la conclusión a la que arribó el consorcio internacional que estudió la relación entre la diversidad vegetal y la estabilidad de los ecosistemas. Utilizó una red mundial de 123 sitios distribuidos en tierras secas (zonas áridas, semiáridas y subhúmedas-secas) de todos los continentes, aunque no incluyó a la Antártida.
Los resultados del estudio, publicados en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) de los Estados Unidos, identifica qué aspectos de la diversidad vegetal determinan la estabilidad de los ecosistemas bajo distintos escenarios climáticos.
Los autores del trabajo Pablo García-Palacios y Fernando Maestre, del Laboratorio de Zonas Áridas y Cambio Global de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) –España–; Nicolas Gross, Instituto Nacional de Investigación Agronómica –Francia–; y Juan Gaitán, del INTA –Argentina–, comprobaron que la diversidad vegetal tiene un efecto positivo en la capacidad de los ecosistemas para proporcionar servicios a la humanidad de manera estable a lo largo del tiempo.
Dicha variación temporal en la productividad de la vegetación se utilizó como indicador de la estabilidad del ecosistema, y se relacionó con la diversidad vegetal medida en condiciones de campo.
Así lo detalla el equipo de investigación –liderado desde la URJC– que estudió la variación de la productividad vegetal a lo largo de 14 años en 123 sitios muestreados.
En los resultados alcanzados “se destaca que una mayor estabilidad, entendida como la menor variación de la productividad entre años, requiere de ecosistemas diversos”, indicó Juan Gaitán, investigador del Instituto de Suelos del INTA y docente de la Universidad Nacional de Luján
“Nos hemos centrado en las tierras secas porque en ellas vive el 38 % de la población humana, y porque su naturaleza dinámica las convierte en un sistema de estudio relevante a escala mundial para el estudio de la estabilidad de los ecosistemas”, afirmó García-Palacios, en el comunicado de prensa publicado por el equipo.
Del mismo se desprende “la importancia de conservar la biodiversidad en los ecosistemas, enfocados en lo que conocemos como tierras secas”, indicó Gaitán.
Estudios en la Patagonia
En la Argentina, las tierras secas “representan más del 70 por ciento de superficie del territorio y son el principal sustento de la ganadería extensiva que aprovecha la vegetación natural como fuente de forraje”, detalló.
Según el investigador, para que un productor ganadero pueda planificar su actividad, es necesario “poder contar con una producción vegetal estable a lo largo de los años. Sin embargo, cabe esperar que el cambio climático aumente la variabilidad temporal de dicha producción vegetal”.
Un mal manejo del pastoreo o sobrepastoreo produce pérdidas de vegetación y de diversidad de especies. Es decir, impacta negativamente en la provisión de servicios ecosistémicos y contribuye a una mayor variabilidad e inestabilidad de los ecosistemas.
“La biodiversidad cumple un rol muy importante en muchos servicios ecosistémicos; por ejemplo, en estudios previos realizados en Patagonia encontramos que a mayor diversidad de especies vegetales se atenúan los efectos de un año seco. En una sequía se pierde productividad de la vegetación, pero es amortiguada si hay más especies presentes en el pastizal”, apuntó Gaitán.
“Mientras que los políticos y los medios de comunicación siempre ponen el énfasis en los impactos del cambio climático, nuestros resultados destacan que la actual pérdida de biodiversidad mundial también afecta negativamente al funcionamiento de los ecosistemas”, indicó Fernando Maestre.
Incremento de la aridez
Los modelos climáticos predicen un incremento de la aridez en las tierras secas del planeta, más del 45 % de su superficie, para la segunda mitad del siglo XXI.
Asimismo, frente al actual contexto de cambio climático, la estabilidad de las tierras secas se puede manipular a través de dos mecanismos diferentes. “En zonas subhúmedas, la diversidad de rasgos funcionales, como el tamaño de las plantas o ciertas características de las hojas, controla la estabilidad del ecosistema, mientras que, en zonas áridas y semiáridas este papel lo juega principalmente el número de especies presentes en el sitio”, confirmó Gross.
En los últimos 20 años, múltiples estudios han comprobado la importancia que tiene la diversidad vegetal –el número de especies presentes– en el mantenimiento de la estabilidad de los ecosistemas. Sin embargo, estos experimentos se realizaron bajo condiciones muy controladas y en lugares concretos.
“Esta es la primera vez que se demuestra, en condiciones reales de terreno y a escala global, la importancia de la biodiversidad por su rol contribuyendo a la estabilidad de los ecosistemas”, afirmó García-Palacios.
“La combinación de datos proporcionados por satélites junto con campañas de muestreo globales, utilizando el mismo protocolo, constituye una herramienta muy poderosa para estudiar la naturaleza a escala global y a lo largo del tiempo”, indicó Gaitán.
Los especialistas coinciden en que los efectos positivos de la diversidad vegetal en la estabilidad de los ecosistemas son detectables a escala mundial, y tienen una influencia tan importante como las que ejercen el clima o el tipo de suelo.
Por esta razón, se pone de manifiesto la importancia de los datos de estos muestreos que, unidos a la información proporcionada por los satélites, permiten monitorizar cambios en la biodiversidad y los servicios ecosistémicos a una escala sin precedentes hasta la fecha.
Esta red internacional es el resultado del proyecto Atributos de la Comunidad Biótica y Funcionamiento del Ecosistema: Implicaciones para Predecir y Mitigar los Impactos del Cambio Global (BIOCOM, según sus siglas en inglés), liderado por Maestre desde la URJC y financiado por el programa Starting Grants del Consejo Europeo de Investigación (ERC).