Avanzan las tareas de reforestación en el Cerro Otto
Lengas, cipreses, ñires, maitenes y coihues son algunas de las especies nativas que cubren las 24 hectáreas de bosque quemado, en la ladera sur del icónico cerro de Bariloche –Río Negro–. El proyecto, impulsado por el INTA, ya alcanzó unas 11.500 plantas forestales.
En el marco del proyecto de restauración ecológica activa de la ladera sur del Cerro Otto, afectada por los incendios de 1995 y 2013, se realizó una nueva plantación de lengas, cipreses, ñires, maitenes y coihues. La iniciativa fue impulsada por el INTA, con un subsidio inicial del Ministerio de Ambiente de la Nación y el apoyo del Ministerio de Ambiente de Río Negro, la Secretaría de Desarrollo de Bariloche, la Subsecretaría de Bosques de Río Negro y la Tecnicatura en Viveros de la Universidad Nacional de Río Negro.
En esta cuarta etapa el trabajo se realizó en forma conjunta con la ONG ambientalista “Circuito Verde”, la que convocó a la participación de voluntarios. Más de 70 personas se dieron cita en el bosque quemado el pasado 15 de mayo para la plantación de 1.500 plantines forestales. Trabajaron organizadas bajo la modalidad de “burbujas” para cumplir con los requerimientos sanitarios en el contexto de pandemia.
“La restauración ecológica de bosques no es una tarea individual o de un grupo determinado. Es necesario el involucramiento de la comunidad para llegar a buenos resultados. La logística es muy laboriosa y requiere del esfuerzo y la participación colectiva”, señaló Mario Pastorino, investigador del área forestal del INTA Bariloche.
Hasta el momento se implantaron 11.500 ejemplares en una superficie de 24 hectáreas del Cerro Otto que habían sido afectadas por dos grandes incendios forestales. La primera etapa de restauración se realizó en el 2018 en un sitio debajo del centro de esquí “Piedras Blancas”, alcanzado por el incendio de 2013 que acabó con unas 12 hectáreas de bosque. En 2019 se trabajó sobre un segundo sitio de intervención de 60 hectáreas debajo del centro de esquí nórdico, en un predio que se incendió en 1995. En la tercera etapa se completó la reforestación de las 12 hectáreas del primer sitio.
Concluidas estas etapas, los investigadores del INTA realizaron un relevamiento para determinar la supervivencia inicial de las plantas en las primeras tres plantaciones. “Luego de dos años en que las plantas atravesaron los primeros veranos e inviernos que son los más críticos, determinamos que el grado de prendimiento de las especies forestales fue variable, según el sitio de implantación”, indicó Pastorino y señaló que “en el mejor sitio se registró un 77 % de prendimiento de las especies, en otro un 61 % y en el tercero casi llegó al 40 %. Estos son valores aceptables para un proyecto de restauración ecológica”.
Para este tipo de plantaciones forestales deben utilizarse plantines de buena calidad, con una raíz exuberante, de modo que logren prender aun sin riego ni ningún cuidado posterior a la plantación. Según el investigador, “hay una cuota de suerte respecto al clima de los primeros dos años”. En el caso de la parcela que no superó el 40 % de supervivencia, los especialistas consideran que ese resultado se explica por el fuerte impacto de la sequía del último verano.
De acuerdo con Pastorino, es importante elegir el sitio para implantar cada especie: “En los paisajes más altos donde hay más nevadas y bajas temperaturas, optamos por plantar lengas. En los cañadones bajos que mantienen algo de humedad plantamos coihues, y en los sitios más bajos y secos elegimos cipreses y maitenes”.
En la Patagonia hay dos ventanas temporales de plantación de forestales, una en otoño y otra en primavera. La más conveniente es la de otoño, que se extiende desde mediados de abril a fines de mayo y es el momento en que caen las primeras lluvias del año, hay más humedad en el suelo y ya no se registran las altas temperaturas de verano que provocan un stress fuerte sobre los plantines. La segunda ventana corresponde a fines de septiembre y mediados de octubre, cuando ya no suceden las nevadas o fríos extremos, pero aún se mantiene la humedad en el suelo.
“Este es un proyecto de restauración activa; plantamos las especies nativas de primera importancia para recuperar el ecosistema degradado. Luego esperamos que la naturaleza termine el trabajo recuperando los otros elementos que componen el bosque”, indicó Pastorino. Con las 1.500 lengas plantadas este año se busca recomponer el elemento estructurante del bosque, para permitir que luego se establezcan de forma natural y progresiva los otros elementos, como arbustos, hierbas y animales.
“Además de las tareas de reforestación debemos monitorear la supervivencia de los plantines y el retorno de los otros elementos del ecosistema, como los calafates, las lauras, los amancay o los pájaros carpinteros, que también son componentes esenciales de nuestros bosques”, concluyó el investigador.
Informe emitido en Pampero TV