05 de julio de 2011

Conservar el suelo, la mejor estrategia para una producción sustentable

El consumo de nutrientes extraído por los cultivos aumenta junto con la expansión de la superficie sembrada. Diversificación, rotación y siembra directa son claves para la sustentabilidad.

“En los últimos 50 años, la superficie sembrada pasó de 18 a más de 30 millones de hectáreas. A su vez, el consumo de fertilizantes pasó de 50 mil a casi 3 millones de toneladas. Y sólo se repone la tercera parte de los nutrientes extraídos por los cultivos”. Así lo expresó Roberto Casas, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA Castelar –Buenos Aires–, para quien la utilización de buenas prácticas de manejo del suelo permite intensificar los sistemas productivos.

La conservación de ese recurso, conmemorado cada 7 de julio, es la base de la pirámide de los sistemas agrícolas sustentables: cuando un suelo se degrada intensamente –por erosión, contaminación o salinización–, la pérdida de su productividad puede ser irreversible o su recuperación tornarse económicamente inviable. “El control de la erosión, el incremento de la materia orgánica y de la fertilidad del suelo y el uso eficiente del agua constituyen los pilares sobre los que se asienta la producción sustentable”, afirmó Casas.

Carolina Sasal, técnica del grupo Recursos Naturales del INTA Paraná –Entre Ríos–, agregó que “la preservación de la calidad de los suelos bajo distintos sistemas de cultivo y su relación con la dinámica del agua, tienen una importancia fundamental en la sustentabilidad de los sistemas de producción agrícola”.

Los especialistas puntualizaron que, para lograr sistemas agrícolas sustentables, deben plantearse alternativas productivas con inclusión de gramíneas en la rotación, dejando de lado el monocultivo, una práctica que acelera los procesos de degradación del recurso suelo y la consecuente disminución de su productividad.

Con respecto a la rotación, Casas recomendó “incluir la mayor diversificación de cultivos posible para mantener continuamente sistemas radicales vivos y, así, asegurar una óptima actividad biológica en el sistema”.

También destacó los beneficios de la siembra directa, que reduce la erosión a la quinta parte en relación con la labranza convencional, ya que mantiene en superficie importantes niveles de cobertura que aportan los rastrojos. Esto, a su vez, protege al suelo del impacto de la gota de lluvia y evita que la energía almacenada destruya los agregados  y la estructura.

Sasal agregó que “numerosos estudios coinciden en que bajo siembra directa se aumenta la infiltración y la capacidad de almacenamiento de agua, siendo menores las pérdidas de agua y sedimentos por escorrentía con respecto a suelos laboreados”.

Ambos especialistas acordaron en que el desafío está en tomar conciencia a corto plazo sobre la importancia de conservar los suelos y los recursos naturales: “Esto asegurará un rol estratégico como país productor de alimentos respetando las normas ambientales, cada vez más valoradas por las sociedades del mundo y que condicionarán el comercio internacional a futuro”, explicó Casas.

* Más información en el INTA Informa Impreso sobre Suelos:

AUDIO: Entrevista a Roberto Casas