03 de junio de 2011

Ganadería: ganar es una cuestión de peso

La incorporación de pasturas megatérmicas en la región semiárida de Buenos Aires permite plantear esquemas de producción sustentable.

Un estudio del INTA determinó que la incorporación de pasturas megatérmicas –como el pasto llorón– y templadas –como el agropiro– permitieron bajar los costos de producción, elevar la carga animal e incrementar la producción anual de carne en un 146% en la región pampeana del Sur bonaerense, caracterizada principalmente por frío intenso y escasez de agua.

Carlos Torres Carbonell, especialista en producción animal del INTA Bahía Blanca –Buenos Aires– destacó que las pasturas perennes adaptadas a regiones semiáridas son una alternativa debido a la “alta capacidad de producción de forraje y estabilidad en condiciones de escasez de agua de lluvias”.

Experiencias de producción realizadas en un campo demostrativo de Bahía Blanca determinaron que la recría temprana de terneros de destete precoz permitió alcanzar ganancias entre 800 y 900 gramos diarios de peso. “Estos resultados presentan a estas forrajeras como una posibilidad de mejora para los sistemas ganaderos en la región semiárida, sobre todo por el bajo costo y alta rentabilidad”, señaló Torres Carbonell.

Para Ángel Marinissen, especialista del INTA Bahía Blanca, un planteo estratégico basado en un 80% de pasturas perennes implantadas en combinación con un 20% de verdeos de verano e invierno anuales permitirá “sostener un sistema de cría-recría de terneros a muy bajo costo, alta estabilidad y producción, conservando el recurso suelos”.

Entre las especies de clima subtropical –megatérmicas– que se incorporaron en los ensayos se encuentran: pasto llorón, Digitaria eriantha, Panicum coloratum (mijo perenne), grama rhodes y sorgo negro. “En comparación con las pasturas templadas de de crecimiento otoño-inverno-primaveral poseen altas tasas de producción, mayor eficiencia en la utilización de agua, menores tasas de transpiración y un mejor comportamiento en suelos de baja fertilidad”, expresó Marinissen.

Ambos especialistas coinciden en que si bien estas forrajeras proveen abundante pasto pero de baja calidad, permiten potenciar y fortalecer el sistema ganadero en regiones semiáridas con suelos limitantes –profundidad promedio de 40 a 50 centímetros a la tosca– y escasas precipitaciones –promedio histórico de 558 milímetros anuales–.

 

Cuando forraje es igual a carne

Los datos recabados surgen de una experiencia de trabajo en el Establecimiento “El Trebol”, un campo de producción demostrativa del INTA en Bahía Blanca y Coronel Rosales.

“Este sistema ganadero tiene como base el destete precoz sistémico que permite ser eficientes en el consumo de las pasturas según cada etapa de crecimiento –estadios fenológicos–”, indicó el técnico del INTA Torres Carbonell, quien además puntualizó que esta forma coordinada permite optimizar la conversión de forraje a carne.

Según Marinissen, en El Trebol se duplicó la producción de carne anual al aumentar la  cantidad de cabezas de vaca por hectárea de 0,45 a 0,73.