16 de febrero de 2016

Opinión: un buen presente, un futuro más que interesante

Juan Luis Uccelli, presidente de la Asociación Argentina de Productores de Porcinos, realiza un análisis de este sector económico en constante expansión con recomendaciones técnicas para los productores.

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Por Juan Luis Uccelli

Presidente de la Asociación Argentina de Productores de Porcinos

Durante mucho tiempo, la producción porcina en la Argentina fue considerada una actividad complementaria de la agricultura y de la propia ganadería que no registraba un mercado atrayente, más allá de la elaboración de chacinados. En la década del 90, la apertura al negocio internacional le provocó a nuestro mercado una necesidad de adaptación que tuvo un alto costo: más de 4.000 establecimientos cerraron sus puertas.

Se pasó rápidamente de producir chanchos a producir cerdos y, entrados los años 2000, se avanzó en la producción de carne de cerdo. Ese fue el inicio de la fase en la que estamos hoy y necesita correcciones continuas para seguir avanzando.

En 2003, la oferta total de carne de cerdo fue de 210.857 toneladas (equivalente a media res) mientras que en 2014 ascendió a 545.125, un aumento del 158 %. No obstante, si se analiza la producción local, es posible observar un incremento del 264 % en contrapunto con una caída de las importaciones en un 75 %. En 2003, la importación representaba el 31 % del consumo y el año pasado, el 3 %.

A partir de 2012, el crecimiento de la producción local fue mucho más significativa que la importación, razón por la cual en esos años debería haberse logrado el tan “ansiado” autoabastecimiento, pero no se logró. El año pasado, con el aumento de los primeros tres meses, se logró que el crecimiento fuera mayor que la importación de todo el año.

Pero hay algo que nadie observa cuando hace un análisis matemático y es a dónde apunta el aumento de la producción. Desde la Asociación, siempre lo indicamos: se dirige al consumo de carne fresca y va a seguir en dicho rumbo, porque es posible que la Argentina continúe importando productos para una industria chacinadora. De hecho, Estados Unidos es el principal exportador de carne de cerdo, pero también un gran importador.

Lo que debemos hacer en nuestro país es mejorar la balanza comercial y exportar en divisas, más de lo que importamos. Si se tiene en cuenta la tasa de crecimiento del último lustro y se traza una proyección para los próximos cinco años –incluyendo el actual–, podemos estimar que en 2019 la producción local superaría las 850.000 toneladas.

No obstante, para exportar carne vacuna debe lograrse un determinado animal, más pesado que el ofrecido en el mercado actual. Esto llevará a una retención de animales para darles más kilos y provocará la falta de carne en el plato de los argentinos como consecuencia inmediata. Para evitarlo, será necesario el armado de una mesa nacional de carnes del sector privado que proponga estrategias de acción para consensuar con los políticos de turno.

Asimismo, el Estado debe incentivar la apertura de líneas de crédito con tasas accesibles si se quiere expandir la porcicultura. Históricamente, este sector creció sin crédito y recién en los últimos años hubo algunas líneas concretas que reflejaron en el aumento de la producción.

Pese a todo, lo de “todo tiempo pasado fue mejor” no se adecua en nada a la situación que atraviesa el sector porcino nacional, ya que no sólo tenemos un presente muy bueno sino que, además, se avizora un futuro productivo más que interesante.

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