Suelos | 18 de marzo de 2020

Los cultivos de cobertura resuelven más de 20 conflictos de manejo

Desde el INTA aseguran que contribuyen a incrementar los contenidos de carbono, mejoran la condición física y hacen un uso más eficiente de los recursos naturales, lo que aumenta la productividad agronómica. Pautas para planificar el manejo, según el objetivo buscado y las necesidades de cada sistema.

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Frente al conflicto que se presenta en los sistemas de producción relacionado con el manejo de los recursos naturales, la implementación de cultivos de cobertura surge como una alternativa. En un contexto conservacionista, incluir gramíneas y leguminosas contribuye a incrementar los contenidos de carbono, mejorar la condición física y hacer un uso más eficiente de los recursos naturales, lo que aumenta la productividad agronómica.

Alberto Quiroga –especialista en agronomía del INTA Anguil, La Pampa– aseguró que “los cultivos de cobertura presentan numerosas ventajas, directas e indirectas, y contribuyen e influyen de manera significativa en más de 20 conflictos de manejo”.

En esta línea, reconoció que “si bien son empleados tradicionalmente para controlar problemas de erosión, también pueden cumplir múltiples funciones, con beneficios cuantificables, como mejorar la captación, distribución y almacenaje de agua; controlar recargas del nivel freático y disminuir ascenso de sales a la superficie”.

También permiten reducir la compactación; atenuar temperaturas extremas en superficie, “anclar” residuos de cosecha; mejorar los balances de carbono y nitrógeno del suelo; reducir la lixiviación de nitratos residuales y controlar malezas. 

De acuerdo con Quiroga, “las especies más utilizadas como cultivos de cobertura invernales pertenecen a las familias de las gramíneas y las leguminosas, aunque en los últimos años se están evaluando algunas Brasicaceas con resultados promisorios”.

En todos los casos, el especialista ponderó la necesidad de “planificar el manejo, según el objetivo buscado y las necesidades de cada sistema” para lo cual, se deberá tener en cuenta la información zonal para decidir sobre las especies a utilizar, precocidad de la variedad, fecha y densidad de siembra, fertilización y momento de secado, entre otras.

Quiroga se refirió al momento de cortar el ciclo de un cultivo de cobertura, o sea secarlo, y lo consideró “estratégico”, dado que de ello depende el tiempo que tardarán los nutrientes contenidos en su biomasa de pasar a estar disponibles para el cultivo sucesor. “Sincronizar la oferta de nutrientes con los requerimientos del cultivo sucesor es uno de los aspectos más difíciles”, aseguró el especialista.   

Con respecto a las ventajas indirectas de incluir cultivos de cobertura, el investigador de Anguil no dudó en señalar que permiten que se cumpla con los planes productivos y operativos en tiempo y forma, dado que mejoran la transitabilidad de las maquinarias agrícolas en el lote.

Además, en los sistemas de producción mixtos, funcionan como una alternativa de pastoreo ante alguna dificultad, siempre y cuando se respeten los límites para lograr el objetivo por el cual el cultivo de cobertura fue incluido.

Centeno establecido como cultivo de cobertura para mitigar parte de los problemas físicos que limitan la captación del agua.

Una especie para cada necesidad

Las gramíneas invernales como centeno, triticale, avena, cebada, tricepiro y raigrás difieren entre sí por su precocidad, tolerancia a estrés hídrico y bajas temperaturas, lo que permite posicionarlas en diferentes zonas donde cada una se adapte mejor.

Para Quiroga, todas estas especies tienen en común la característica de acumular mayor cantidad de biomasa aérea respecto a otras familias y sus residuos pueden perdurar por más tiempo debido a una alta relación Carbono Nitrógeno, mejoran la infiltración y el drenaje del perfil por la distribución de raíces y capturan nitratos residuales susceptibles de lixiviarse.

Por otro lado, las leguminosas mejor adaptadas para cultivos de cobertura son las vicias y los tréboles, que permiten fijar nitrógeno atmosférico al suelo y sus residuos de baja relación Carbono Nitrógeno se descomponen en menor tiempo que las gramíneas, liberando antes los nutrientes al suelo para el cultivo sucesor.

“Recientemente, a partir de ensayos de larga duración, se determinó que implantando una consociación de gramíneas y leguminosas se obtienen sinérgicamente los beneficios de cada especie”, aseguró Quiroga. 

Y agregó: “Todas estas alternativas –sembradas entre dos cultivos de cosecha– no serán incorporados al suelo, pastoreados ni cosechados, sino que sus residuos quedarán en la superficie cuyo manejo variará de acuerdo con la problemática a resolver”.

 

 

 

 

 

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