17 de julio de 2013

Hongos estratégicos que ayudan en la reforestación

Las micorrizas presentes en las raíces de plantas del raulí patagónico cultivadas en vivero le brindan mayores ventajas adaptativas para su implantación en el campo. Aportes del INTA para la preservación de bosques nativos.

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Investigadores del INTA Bariloche identificaron que las plantas cultivadas en viveros tardan un año en desarrollar micorrizas de forma natural, luego de reducirse el aporte de nutrientes por fertirrigación que se aplica en los invernaderos.

La investigación, publicada por la Revista de Investigaciones Agropecuarias (RIA), en la que también participan investigadores del Conicet y del Centro Regional Universitario Bariloche (CRUB), forma parte de una serie de estudios que tienen por objetivo identificar las condiciones óptimas de cultivo del raulí para su posterior implantación y adaptación en el campo.

“Conocer el momento en que las plántulas desarrollan micorrizas en el vivero es importante porque éstas le brindan mayor capacidad de captación de agua y absorción de nutrientes para que la implantación no sea tan crítica y estresante para las plantas”, expresó la investigadora del INTA Bariloche, Paula Marchelli.

Las micorrizas son una asociación entre las raíces de las plantas y diferentes hongos del suelo que forman una especie de manto en torno a la raíz y se prolongan desde la superficie de la misma hacia el suelo, para aumentar su capacidad de absorción de agua y nutrientes tales como fósforo, nitrógeno, calcio y potasio, esenciales para la vida del vegetal.

El estudio que se realizó sobre plántulas de la especie forestal nativa Nothofagus nervosa (comúnmente llamada “raulí”), permitió identificar que las que crecen en viveros tardan un año en desarrollar micorrizas de forma natural, luego de reducirse el aporte de nutrientes por fertirrigación.

“Al disminuir las dosis de nutrientes que se aplican en los invernaderos, las micorrizas comienzan a crecer y aparecer en las raíces de las plantas. Por eso, identificar ese momento es crucial para poder desarrollar técnicas de inoculación antes de trasladarlas a otros ambientes”, explicó Marchelli.

En esa línea, la investigadora del Conicet, Natalia Fernández, señaló que “al salir del invernáculo e implantarlas en el suelo, el número de hongos capaces de formar micorrizas en esta especie aumenta debido a la presencia de esporas fúngicas propias de ese ambiente”.

Por su capacidad de exploración del suelo y la tolerancia al estrés, “los plantines micorrizados podrían aumentar su tasa de crecimiento y contar con una protección frente a los patógenos, lo que les permitiría una mejor adaptación y desempeño en el lugar de implantación”, aseguraron las investigadoras.

Por otra parte, el estudio permitió identificar la presencia de los hongos que forman las ectomicorrizas presentes en esa especie forestal, ya que “pueden ser identificadas a simple vista porque los ápices de las raíces en las que se forman poseen un color o morfología diferente, como por ejemplo, una mayor ramificación”, explicó Fernández.

Al implantarlas en el suelo, el número de hongos capaces de formar micorrizas en esta especie aumenta debido a la presencia de esporas fúngicas propias de ese ambiente.

Para mitigar el impacto ambiental

El estudio se realizó sobre ejemplares de Nothofagus nervosa porque es una de las especies que tiene mayor valor productivo, por su potencial de domesticación, por su respuesta a condiciones de estrés termo-hídrico y por la sobreexplotación que sufrió en el pasado debido al alto valor y la calidad de su madera.

Para Fernandez, la implementación de sistemas agro ganaderos y los incendios recurrentes “afectaron de manera notoria la distribución natural de esa especie, por lo cual es importante recuperar esas áreas mediante prácticas de reforestación o tareas de restauración”.

En este sentido, las ectomicorrizas podrían ser utilizadas en la domesticación de esas especies arbóreas, tanto para aumentar su tasa de crecimiento como para controlar la resistencia a patógenos y factores de estrés, ya que “tener plántulas de mejor calidad, con menor tasa de mortalidad y mejor adaptación al ambiente tiene ventajas importantes desde el punto de vista económico y productivo”, aseguró la investigadora del Conicet.

Asimismo, los hongos micorrízicos generan menor impacto ambiental porque “al ser inoculados, funcionan como biofertilizantes o biocontroladores que permiten reducir la cantidad de químicos utilizados para su cultivo en vivero”, concluyó Fernández.

 

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