“Estos nuevos cultivares constituyen un aporte importante a la diversificación genética –del garbanzo tipo kabuli o grande– en la Argentina, por su adaptación a regiones áridas y semiáridas”, dijo Ana Fekete, investigadora del INTA Cerrillos –Salta–.

 “Más allá de ser una leguminosa para grano seco importante por la cantidad y calidad nutritiva de sus componentes, hoy representa una oportunidad para Argentina, por su calidad para exportación a países Mediterráneos de Europa, así como para países del Mercosur y andinos de América”, expresó Fekete.

El garbanzo tiene perspectivas positivas en cuanto a su participación en el comercio exte­rior.  La Argentina exporta Garbanzo principalmente a India, Pakistán, Bangladesh, España y Argelia en menor medida.

En Argentina, el cultivo de esta leguminosa pasó de ocupar 3.000 ha –en el año 2000– a 13000 ha en el 2009, siendo Córdoba, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca las principales provincias productoras. 

Para Fekete, “a pesar de que la superficie argentina se incrementó rápidamente durante los últimos tres años, el país cuenta con una reducida oferta de materiales adaptados a una amplia zona de cultivos”.

En este sentido, los nuevos materiales presentan características más que significativas: Buena arquitectura de planta, porte erecto, de grano grande, rugoso y color crema, tolerancia a frío y al hongo Fusarium, con una maduración uniforme y un ciclo de siembra a cosecha entre 160 y 180 días.

Los ensayos realizados registraron que Felipe y Kiara INTA tuvieron un rendimiento promedio de 2.300 kilogramos por hectárea, lo que representó un 20% más que los testigos, sumado a que los superaron en un 12% en cuanto a calidad de granos.

Estos materiales pronto a inscribir se obtuvieron en el marco del convenio INTA– Universidad Nacional de Córdoba, coordinado por la especialista Julia Carreras.