27 de abril de 2011

Plantas transgénicas como vacunas

Técnicos del INTA Castelar patentaron una metodología para la creación de vacunas orales contra el virus de la enfermedad de Newcastle a partir de plantas transgénicas de papa.

El virus de la enfermedad de Newcastle (NDV), que afecta a las aves y produce grandes pérdidas económicas, tiene ahora un freno listo para producirse, de fácil manipulación y aplicación. Mediante una metodología recientemente patentada, investigadores del Instituto de Biotecnología del INTA Castelar –Buenos Aires– obtuvieron plantas de papa transgénicas que pueden ser utilizadas como vacunas orales para combatir esa patología.

El trabajo fue dado a conocer hoy por la Revista de Investigaciones Agropecuarias (RIA) del INTA, donde se detalla que el ADN de las plantas obtenidas contiene la información para generar proteínas que despiertan la respuesta inmune en los animales susceptibles a la enfermedad “para introducir los genes que las codifican en una planta y obtener, al final del proceso, una vacuna oral para aves”, explicó la coordinadora de la investigación, Analía Berinstein. De esa manera, “el gen de interés bajo secuencias regulatorias que se expresan en plantas queda incorporado como si fuera propio de la papa”, agregó Cecilia Vázquez Rovere, especialista en patógenos virales y fúngicos que integra el equipo.

Si bien la transgénesis en plantas como metodología para producir vacunas existe desde hace varios años, lo que fue patentado es el mecanismo para producir plantas de papa contra el virus de la enfermedad de Newcastle.

Así pueden lograrse vacunas comestibles contra el NDV para aves comerciales, ya que se presentan como una mejor alternativa a las vacunas inyectables tradicionales: “El método de aplicación de las vacunas comestibles disminuye los efectos colaterales y elimina la manipulación de los animales, además de que los productos provenientes de plantas transgénicas están libres de contaminaciones, patógenos, toxinas microbianas o secuencias oncogénicas”, sostuvieron los investigadores.

La importancia de esta enfermedad radica en su alto nivel de contagio y su capacidad para traspasar las fronteras nacionales, lo que ocasiona importantes consecuencias socioeconómicas y sanitarias en una región. Se trata de una epizootia de origen viral que produce la muerte de aves domésticas y silvestres y cuya presencia en la Argentina se detectó por primera vez en 1961.

Si bien el último foco data de 1987 en Entre Ríos, un relevamiento realizado por el Senasa y el INTA entre 1995 y 1997 confirmó la ausencia de brotes y contribuyeron a obtener la declaración de país libre de cepas virulentas de NDV en aves comerciales. No obstante, los investigadores de epidemiologías aviares investigan la forma para prevenir su ingreso al país a causa de las importantes pérdidas económicas que podría ocasionar.

El virus responsable de la enfermedad, el Paramixovirus aviar tipo 1 (PMV-1), está envuelto y posee una sola cadena de ácido ribonucleico con 15 mil nucleótidos que codifica ocho proteínas, entre las que se encuentra la hemoaglutinina-neuraminidasa (HN) y la proteína de fusión (F) que inducen la respuesta inmune protectiva en el animal y fueron las utilizadas por los investigadores para ser introducidas en las plantas.

Descubierta en Newcastle, Inglaterra, en 1926, la enfermedad es altamente contagiosa y traspasa las fronteras y las especies de aves; inicialmente pensó que podía ser una variante de la peste aviar debido a la similitud de los síntomas. Durante la infección, las aves presentan problemas respiratorios y/o nerviosos como jadeo y tos, alas caídas, cuellos torcidos, desplazamientos en círculos, depresión, inapetencia y parálisis completa, entre otros.

Debido a su alta peligrosidad a causa de los elevados niveles de mortalidad que presenta, la Organización Internacional de Epizootias la integró a la lista de enfermedades de declaración obligatoria.