09 de febrero de 2011

El desafío de producir los propios alimentos

Seguridad alimentaria sostenible y equitativa para todos: con este objetivo trabaja el Pro-Huerta, que asiste a 3,5 millones de personas en todo el país.

La demanda mundial de alimentos aumentará en un 70% durante las próximas cuatro décadas, de acuerdo con un reciente informe de la Oficina Gubernamental para la Ciencia de Londres. Frente a ese panorama, países como la Argentina tienen un potencial productivo muy significativo para dar respuesta a esas necesidades y, en este sentido, tanto la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) como el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) convocaron a incrementar rápidamente la oferta.

“Todo el mundo coincide en que el ciclo económico que se avecina, para el sector agropecuario específicamente del cono Sur, es un pronóstico favorable para la producción de alimentos y el aumento en rendimiento y calidad”, expresó el presidente del INTA, Carlos Casamiquela.

En este contexto, los logros del programa Pro-Huerta, desarrollado por el INTA y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, no sólo contribuyen a equilibrar esa balanza de necesidades al promover la autoproducción de alimentos sino que, además, manifiestan la continuidad de una política de Estado sostenida durante 20 años. “Es uno de los proyectos que más se arraigó en la sociedad”, indicó Casamiquela, para quien Pro-Huerta “es un ejemplo de cómo se puede ofrecer capacidad para abastecer y ayudar a otros sectores más desprotegidos de la sociedad y no tradicionalmente vinculados con la institución. El Estado nunca está al margen y la actividad del INTA se inserta en un proyecto de país a mediano y largo plazo”.

Hace 20 años que el Pro-Huerta contribuye a la equidad social mediante la enseñanza de trabajar la tierra con las manos y ver crecer el fruto transformado en sustento diario.

Cerca de 3,5 millones de beneficiarios de 3.600 localidades, barrios y parajes de todo el país, mediante 19.000 promotores, producen sus propias hortalizas, frutas, carne y huevos en el marco de este programa. Así, las personas diversifican y equilibran su dieta, ya que las huertas que producen las familias y comunidades participantes permiten satisfacer el 72% de su demanda diaria de vitaminas y minerales (hierro, calcio, fibras, vitamina A y C).

“El Pro-Huerta llega a lugares en los que no existe institución alguna, reconstruyendo el tejido social de las comunidades y fortaleciendo las redes y organizaciones existentes en el territorio”, explicó Roberto Cittadini, coordinador nacional del programa. De las 630.000 huertas familiares y las 148.000 granjas asistidas, el 33% corresponde a áreas rurales, el 40% a urbanas y el 27% a grandes ciudades.

Por otra parte, el programa no se queda en la autoproducción de alimentos: “Muchos huerteros suelen asociarse para vender el excedente en ferias o en sus propias huertas”, dijo Cittadini, “lo cual deja redes sociales muy fuertes, como lo es aprender a trabajar unidos, realizar trámites, autorizaciones para las ventas… Y allí es donde el Pro-Huerta deja una huella muy positiva en la cultura e idiosincrasia de quienes lo forman”, afirmó.

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