21 de septiembre de 2010

El desafío de la agricultura sustentable

La jornada de agricultura sustentable organizada por el INTA Pergamino dejó un panorama claro, resultados, tecnologías concretas y desafíos a corto plazo.

“Para una población que en 2050 alcanzará 9 mil millones de habitantes, la seguridad alimentaria es la máxima prioridad: nos va a obligar a aumentar la producción y por supuesto tendremos que hacerlo en forma sustentable”. Así se expresó el especialista del INTA Carlos Senigagliesi, durante la primera conferencia de la jornada Hacia una agricultura ambientalmente sustentable.

El encuentro fue organizado por el INTA Pergamino –Buenos Aires– en la Sociedad Rural de esa ciudad, junto con la Asociación de Ingenieros Agrónomos de la zona Norte de la provincia de Buenos Aires (Aianba) y la Universidad Nacional del Noroeste de la provincia de Buenos Aires (Unnoba).

“Esta es la primera jornada dedicada a las prácticas y tecnologías para el desarrollo sustentable, un tema que está siempre presentes en encuentros relacionados con las cadenas de valor. Pero es la primera que se hace pura y exclusivamente a la agricultura sustentable en esta región”, expresó Fernando Gándara, director del INTA Pergamino.

Gándara explicó que la institución aborda esta temática desde el programa nacional de Ecorregiones y dos áreas estratégicas: Gestión Ambiental y Recursos Naturales. “La gestión ambiental será uno de los pilares para el INTA Pergamino”, dijo.

Para el director del centro regional del INTA en Buenos Aires Norte, Rolando Hernández, “nuestra institución difunde tecnologías, trata de crear conciencia pero la adopción de planteos sustentables en el sector productivo no se da en los niveles ni con la celeridad necesaria”. También explicó que “cuando hablemos de sostenibilidad tenemos que tener en cuenta lo ambiental, lo productivo y lo social”.

En ese sentido, Hernández destacó la necesidad de profundizar en estudios económicos y sociológicos para “conocer con mayor precisión qué está pasando con la mano de obra que migra del sector rural, cuál es su nivel de integración antes y después de los segmentos de la cadena que antecede o sigue a la producción primaria”.

Los tres coincidieron en la importancia de que las prácticas conservacionistas puedan extenderse en todo el territorio del país y adelantaron la realización, para 2011, de la primera jornada nacional de agricultura sustentable.

“Hay una intención muy ambiciosa de realizar la jornada nacional. Claramente debería hacerse. Nuestra institución tiene muchísima información para aportar, generada durante años; es necesario analizarla e integrarla para poder difundirla”.

Para Senigagliesi, “el INTA tiene que darse el espacio para mostrar todo ese esfuerzo que estamos haciendo en la agricultura conservacionista y sustentable”.

Panorama, desafíos

La primera ponencia de la jornada, titulada Logros, acciones en marcha y desafíos para una agricultura sustentable y a cargo de Carlos Senigagliesi, incluyó una revisión de algunos aspectos que, desde la década del 60 en adelante, forjaron la situación actual.

Para Senigagliesi, la seguridad alimentaria es la máxima prioridad: "Hay que aumentar la producción en forma sustentable".

De esa manera, el recorrido estuvo marcado por la agriculturización de trigo y soja y los estudios en labranza conservacionista, liderados por técnicos del INTA Marcos Juárez –Córdoba– hacia fines de los 70; la intensificación de los procesos de erosión y degradación, además de los resultados registrados en campos experimentales que aportaron información básica y aplicada al paquete de tecnologías conservacionistas durante los 80; la intensificación de la producción, expansión del área agrícola en zonas marginales y el aumento de los rindes unitarios, junto con la contribución de la biotecnología y la extensión de la siembra directa que signaron la década del 90; hasta llegar a la última década, signada por la sojización –con casi el 70% de la superficie cultivada– y la siembra directa –más de 20 millones de hectáreas–, el aumento del uso de fertilizantes –pero los niveles de reposición de nutrientes sólo alcanzan el 30 o 40%– y la preocupación creciente de los impactos negativos del sistema de producción.

El panorama finalizó con la descripción de esos efectos, relacionados con la concentración de la producción, la reducción de mano de obra, el negativo impacto ambiental y en la salud humana y el aumento en la demanda de los alimentos.

“Los alimentos ahora también compiten por otros usos energéticos e industriales y hay limitantes en el uso de nuevos tierras, disponibilidad del agua y los efectos del cambio climático, que no son tan a largo plazo”, explicó el técnico.

“Desde la genética”, añadió, “hay que generar cultivos que se adecuen a estas condiciones, reducir los requerimientos de nutrientes y mejorar la eficiencia del uso del agua.

Senigagliesi también describió las líneas de investigación del INTA sobre uso del agua, fertilidad de los suelos, fertilización, protección de cultivos y manejo integrado de plagas, malezas y enfermedades; contaminación en suelos y agua como consecuencia de la dinámica de los nutrientes, así como la contaminación por plaguicidas en suelos, agua y aire. También mencionó trabajos para evaluación del riesgo ecotoxicológico y la emisión de gases de efecto invernadero.

“Nos estamos ocupando de los problemas de producción agrícola”, dijo Senigagliesi, para quien “el INTA le pone muchos recursos, desarrolló y sigue desarrollando proyectos en esta línea”. A su vez, sugirió que “habría que enfatizar algunos temas y reforzar las cuestiones económicas y sociales, ya que la sustentabilidad no es solamente ambiental”.

Para el especialista, el enfoque disciplinario predomina en desmedro de la integración de los resultados en torno a los sistemas y, aunque pueda estar implícito, destacó que “hay que profundizar en el concepto de que la sustentabilidad va de la mano con la productividad”.

En cuanto a los desafíos a corto plazo, Senigagliesi comentó que deberían integrarse los resultados, analizar y difundir información de manera interinstitucional, así como organizar seminarios nacionales o regionales y publicaciones integradoras. Además, se refirió a los modelos de certificación y trazabilidad  para “comparar y dimensionar si los sistemas de producción son o no sustentables”, como el AgroEcoIndex –desarrollado por el INTA– y el sistema EIAR –desarrollado por Embrapa–.

En este sentido, el especialista se refirió a algunos atributos que caracterizan los sistemas conservacionistas, como la utilización de variedades o razas con alta productividad por unidad de insumo utilizado, evitar uso innecesario de insumos externos –pero sin excluirlos–, aprovechar procesos agroecológicos como el reciclado de nutrientes, minimizar las tecnologías y prácticas con impactos adversos en el ambiente y la salud, utilizar productivamente el capital humano y, por último, cuantificar y minimizar el impacto del sistema productivo, como las emisiones de gases de efecto invernadero, el secuestro de carbono y la conservación de biodiversidad.