06 de julio de 2010

Apicultores asociados, la diferencia en la creación de alimentos argentinos

Un grupo de productores rompió el individualismo y logró una ventaja competitiva potencial sobre otros modelos productivos. Para ellos el secreto está en unirse.

Oportunidad, trabajo colectivo, mayor riqueza en la comunidad, estabilidad, eficiencia, diversidad, compromiso, son algunas de las ventajas que permite la creciación de grupos asociativos a lo largo de los años el asociativismo ha demostrado que no tiene límites en la creación de grupos de trabajo. Muchos de esos se fueron formando dentro de actividades ligadas a la agricultura.

La búsqueda de hacer propias las herramientas dentro de la cadena comercial hizo que un grupo de apicultores se uniera con el objetivo de crecer a partir del convencimiento de que cuanto más productores se sumen a esta forma de trabajo, más se tiende a una mayor organización de la actividad. Los productores saben que esto permitirá que su producción pueda empezar a transitar hacia segmentos de mercados con mayores precios, garantizando de alguna manera una mayor competitividad de su trabajo.

Ese es el éxito de la cooperativa Cosar en la provincia de Santa Fe, que desde 1999 decidió organizarse para competir en los mercados más exigentes, iniciando así un camino inédito en la apicultura argentina.

Se trata de pequeños productores una escala por arriba de lo que conocemos como agricultura familiar.

No tienen tierras propias, por lo que necesitan alquilar para sostener la actividad que desarrollan.

Su único capital es la miel.

Y ése fue el desafío. Desafío que involucró a instituciones, organismos, profesionales y productores, y que consistió básicamente en el armado de un sistema de organización y control de todo el proceso de producción y comercialización de miel bajo estrictos protocolos de calidad.

El programa Cambio Rural que se impulsa desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) fue el puntapié inicial para que varios productores conformaran una fuerza en común.

Así lo afirma Héctor Curti, presidente de Cosar: “Ya estábamos cansados de que la comercialización esté en manos un grupo de acopiadores y por eso empezamos a empuñar voluntades a través de Cambio Rural”.

Esto significó un importante sinergismo en los grupos de productores, y dio lugar a la cooperativa, que en un principio fue de 48 productores distribuidos en seis grupos. Desde acá se generó un cambio de mentalidad en los apicultores, que fueron capaces no sólo de comenzar a resolver los problemas tranqueras adentro, sino también de entender que los principales desafíos estaban afuera de cada establecimiento.

Y es que precisamente el primer cambio pasó por la aplicación de tecnología necesaria a la hora de crecer en el mercado de la miel. Es decir, había que superar el individualismo para lograr escala y a partir de ahí conformar alianzas en la parte comercial, diferenciar el producto y poder venderlo en forma directa.

Al respecto, Curti señaló: “Al principio, romper con el individualismo no fue fácil, ya que el productor siempre está pensando en el precio, pero nos dimos cuenta de que esto último no es lo importante. Lo relevante es que estando agrupados se logran muchas cosas y el precio vendrá después”.

TECNOLOGÍA. Muchos de los apicultores no aplicaban tecnología en su producción y tampoco llevaban un registro de su cosecha; la comercializaban a través de acopiadores de la zona y en forma individual.

Se generaban pocas ganancias y, en muchos casos, esto llevaba al cierre de las colmenas.

El soporte tecnológico llegó a través del Proyecto Integrado de Desarrollo Apícola (Proapi) que pertenece al INTA, desde donde comenzó a trabajarse con génetica seleccionada. Esto generó un quiebre importante ya que permitió producir miel sin la utilización de antibióticos, logrando así un producto final de buena calidad. La genética logró la maximización en los rendimientos, con la consecuente baja de los costos fijos gracias al aumento de la producción. También se crearon programas de revisión -ausentes anteriormente- que permitieron detectar los problemas sanitarios existenciales.

CALIDAD. Como segundo objetivo se crearon protocolos de producción y de calidad, necesarios a la hora de buscar la salida a los mercados internacionales.

Dichos protocolos permitieron tener una miel certificada, cuyos registros ahora eran llevados a través de un programa de computación para tener así un mejor control de la producción.

“Todo esto permitió que tengamos una trazabilidad desde la salida de la miel de la colmena hasta los tambores de 3.500 kilos cada uno con destino a exportación”, dijo el presidente de Cosar.

Los programas también incluyeron la capacitación de los productores para la extracción de la miel.

Todo esto posibilitó que cada productor integrante del sistema posea la información veraz de los destinatarios de su producto, como así también del precio final de venta y de la estructura de costos para la comercialización desde la puerta de su explotación hasta el cliente final. Contemplando así la integración de todos los eslabones de la cadena comercial.

RESULTADOS. Una vez dados todos los cambios para la mejora de la producción. Se empezaron a ver los primeros logros.

Al principio había 48 productores, hoy son más de 100. También creció, de este modo, la cantidad de colmenas, que al inicio fue de 5.500 y a la fecha son 10.500. Esto significó un crecimiento a lo largo de los años de un 90 por ciento.

El valor agregado dado en la nueva producción permitió ofrecer miel bajo un protocolo sumamente exigente, con trazabilidad desde el apiario al contenedor extractada en salas habilitadas; garantizando la calidad y el control del proceso. También se logró la diferencia por origen floral, la cual tiene una buena aceptación en el mercado externo, lo que determinó un sobreprecio a favor del apicultor del 30%. Este fue aceptado por el mercado.

Otro de los beneficios que impone este sistema y que no está expresado en valores es el ahorro de tiempo de trabajo del productor, por varias razones. Una de ellas es que, al no tener que extractar su miel gracias a que se cuenta con la sala de extracción grupal, permite la creación de mano de obra contratada.

Esto le da libertad para que el productor realice otra actividad o pueda atender más colmenas. Y, por último, al trabajar con un protocolo, actúa cómo manual de manejo para el apicultor, lo que lo hace ser más eficiente en la utilización del tiempo y de los recursos.

Todo esto se tradujo en la salida de la miel al mercado externo, que empezó en el 2002. Países como España, Alemania, Estados Unidos, Francia, entre otros, compraron el producto de Cosar. Actualmente la cooperativa produce por campaña 1.000 toneladas de miel. En el año 2003 se exportaron 1.825 toneladas.

En definitiva, el desarrollo de PyME en diferentes formas de asociaciones de productores, es quizás el primer gran y más difícil desafío que tienen los productores argentinos.

Es decir, comprender que se debe y se puede lograr la unión entre varios productores para formar empresas que darán la posibilidad de progresar como productores, empresarios y como sociedad.

Esta es la herramienta fundamental para poder acceder a una mayor escala y por ende mayor competitividad; logrando de esta forma un aumento de la eficiencia productiva y de la empresa en su conjunto, que individualmente los productores nunca alcanzarían.

Fuente: Diario BAE

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