09 de noviembre de 2011

Agrometeorología, la llave para el máximo rendimiento

El INTA, desde el Instituto de Clima y Agua junto a su red de más de 40 estaciones meteorológicas desarrolla tecnologías para tomar las mejores decisiones agropecuarias.

Frente a la inmensidad del mar por primera vez, el niño le pidió a su abuelo: ¡Ayúdame a mirar! La anécdota la recoge Eduardo Galeano –escritor uruguayo– en el Libro de los abrazos y es similar a la ayuda que brindan los técnicos del INTA en agrometeorología: colaboran con los productores agropecuarios en la observación del clima  para  tomar las mejores decisiones.

Los índices agrometeorológicos tienen un sinnúmero de aplicaciones en el sector agropecuario como: seguimiento y atención de los periodos críticos de cada cultivo, impacto de olas de frío o de calor, temperaturas y humedad.

Para Roberto De Ruyver, coordinador del Área de Agrometeorología del Instituto de Clima y Agua, este estudio “juega un rol transcendental en las actividades agropecuarias”.

“El conocimiento del clima de un lugar y su variabilidad, a partir de registros históricos suficientemente largos, son esenciales. Sin estos registros, las decisiones tendrían mucho de azar”, explica De Ruyver.

¿Cuál es el objetivo de la agrometeorología? Aprovechar los lotes para obtener el mejor desarrollo de la cosecha y su máximo rendimiento. Además, para la agricultura son muy importantes estos datos ya que el tiempo puede indicar cuál es el momento óptimo para cultivar, fertilizar y recolectar.

Además, estos índices son muy útiles para la producción forestal, reservorios de agua y protección del ambiente. Pero también, genera en los agricultores inestimables servicios en lo referente al transporte, almacenamiento y distribución de productos agrícolas. Conocer el clima por anticipado permite planificar, detectar en una fase precoz situaciones peligrosas y tomar las medidas necesarias.

Rafael Rodríguez, responsable de la Red de Observación y Sistemas de Información y Gestión Agrometeorológica del INTA Castelar, añade que “la presencia de referentes y técnicos dedicados a este tema permiten decidir el contenido de un paquete de información que incluye datos básicos, informes, mapas temáticos, productos de radar y satélites”.

Desde los habituales mapas de lluvias, temperaturas medias y sus anomalías hasta sofisticados balances hídricos utilizan datos primarios obtenidos en las estaciones meteorológicas.

“Estos datos también son utilizados por sistemas de alarma de heladas en diversas regiones en las cuales las producciones frutícolas u hortícolas pueden ser afectadas por baja temperatura –describe De Ruyver–. Asimismo, novedosos sistemas de alarma de enfermedades y plagas se basan en datos agrometeorológicos”.

Las 40

El Instituto de Clima y Agua, junto a su red de más de 40 estaciones meteorológicas contribuye en forma diaria al conocimiento de aspectos agrometeorológicos en la Argentina. Allí elaboran estadísticas y productos que dan respuesta a una amplia variedad de consultas.

En esta línea, Pablo Mercuri, director del instituto, indica que “la toma de datos meteorológicos a largo plazo son un aporte a la investigación internacional sobre cambio climático y los efectos que éste provoca”.

El impacto del clima en la agricultura implica factores múltiples y complejos que provocan consecuencias directas e indirectas en los rendimientos de los cultivos.

La especialista en cambio climático del INTA, Graciela Magrín, señala que “con el cambio climático los eventos que suelen llamarse extremos –porque provocan sequías fuertes, inundaciones u olas de calor– se dan en forma más frecuente y acentuada”.

“En la actualidad –amplía Magrín– en términos de variabilidad climática, varios países registran fenómenos sin precedentes en los registros históricos de observaciones. Si bien la agricultura posee una gran capacidad de adaptación a los cambios paulatinos, los eventos extremos pueden constituir una amenaza que debe considerarse con atención”.

Por esto las series largas de registros climáticos que genera la institución son alternativas para ayudar a tomar mejores decisiones en años climáticamente problemáticos.

Otro uso de los datos son los pronósticos de corto y mediano plazo: “El desarrollo de fenómenos a gran escala, como los eventos El Niño y La Niña y otros fenómenos  oceánico-atmosféricos que tienen impacto sobre el territorio argentino, dejan su rastro en las observaciones de estaciones”, ejemplificó el coordinador del Área de Agrometeorología del Instituto.

Las estaciones y observatorios agrometeorológicos convencionales generan series largas de datos que son útiles para investigaciones relativas a caracterizaciones agroclimáticas y estudios de tendencia y cambio climático. Por otro lado, los datos capturados y utilizados en tiempo real, suministrados por estaciones automáticas, son utilizados para sistemas de alarma.

Contar con bases de datos permite que los sistemas de alarmas procesen a tiempo real los datos para poder brindar información útil al sector: alertas de heladas, de fumigación para enfermedades y de plagas, describen los especialistas del INTA.

“El clima y su varabilidad  son de las variables más desconcertantes y que mayor temor e incertidumbre provocan por sus fenómenos. Pero reconforta saber que no es una batalla perdida de la mano de los recursos humanos y de la tecnología que hoy disponemos para pronosticarlo”, sintetiza  De Ruyver. Y eso reconforta.

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